Vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Vosotros, ¿quién decís que soy yo?

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Respondemos a la pregunta que nos hace Jesús si hacemos del prójimo la expresión de nuestro amor a Dios; si la fe sacude la indiferencia, nos hace acogedores y derriba los muros que nos separan y enfrentan.


Soy discípulo de Jesús desde hace años, ¿en qué se ha convertido mi relación con Él? ¿Por qué sigo a Jesús? Quizá estas preguntas me incomoden ahora que estoy planificando las vacaciones de verano, algún viaje… La Palabra de este domingo me enfrenta con la verdad de mi fe, de mi relación con Jesucristo; me urge a examinar la coherencia o no de mi vida cristiana.

He dado muchas respuestas teóricas a la pregunta de quién es Jesús. Si digo que es «el Mesías de Dios» y hablo mucho de Él pero no me abraso en su fuego que purifica y cambia el corazón, estoy mintiendo… Si rezo con frecuencia el «Padre nuestro» y mantengo ídolos que esclavizan: mi seguridad personal, mi bienestar, mi… estoy mintiendo. Si digo que es «el Mesías de Dios» y no realizo obras de sanación, de reconciliación, de justicia… estoy mintiendo.

San Pablo da la clave para no mentir en la respuesta sobre la identidad de Jesús: La fe en Cristo Jesús libera de la esclavitud de la ley. La justificación por la fe nos da una ciudadanía nueva en el verdadero pueblo de Dios: somos hijos de Dios-Padre, hermanos en medio de la historia. Por el bautismo «nos revestimos de Cristo», fundamento de la unidad de todos los pueblos y grupos sociales.

Respondemos a la pregunta que nos hace Jesús si hacemos del prójimo la expresión de nuestro amor a Dios; si la fe sacude la indiferencia, nos hace acogedores y derriba los muros que nos separan y enfrentan.

Dejarnos transformar por el Espíritu en esta Vida de Jesús, comporta recorrer el camino de la cruz; alumbrar el Reino lleva consigo sufrir, remar contra corriente, mirando al Traspasado, garantía de Resurrección.

Sólo es creíble el Evangelio si afrontamos la vida como Jesús lo hacía: aliviando el sufrimiento, devolviendo la dignidad a los que han perdido el rumbo, acogiendo a los proscritos, invitándoles a permanecer en la casa Paterna para salir y acoger a otros perdidos.

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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