María ha escogido la parte mejor
¿Quién nos educa para escuchar tu Palabra? ¿Quién nos enseña a ponernos a tus pies?
Cuando hablamos de nuestra vida espiritual, muchos reconocemos que oramos poco, que vivimos deprisa, que no tenemos tiempo «noble» para Dios porque estamos cansados cuando queremos sintonizar con Él. Reconocemos que los horarios y los quehaceres nos comen lo que somos y se nos pasan los días sin gozar de la presencia de Dios, sin experimentar con hondura que nos quiere hasta hacernos sus hijos. Conocemos la experiencia religiosa de Jesucristo, pero no la hacemos nuestra cada día.
Jesús cuando pasa por Betania, entra en casa de Marta, María y Lázaro. Descansa, recupera fuerzas, dialoga… Y en este encuentro humano nos revela la novedad del Reino. No se oponen la contemplación (María) y la acción (Marta); no se contrarrestan la escucha de la Palabra y el compromiso. Jesús nos abre los ojos: la fuente del compromiso verdadero es la Oración, la contemplación. Él se retira con frecuencia a orar a solas. Todos los enviados de Dios pasaron por el silencio acogedor y abierto de la oración. En nuestro mundo, dominado por la acción y el ruido, se hace urgente y necesario escuchar en silencio la Palabra, que dará un nuevo espíritu a nuestra vida activa.
Abraham acoge en su tienda a los tres viajeros y recibe la promesa de un hijo para el año próximo. Pablo acoge a Cristo y recibe la revelación del misterio escondido desde siglos y generaciones. Hoy pasa Jesucristo por nuestra casa, ¿vamos a parar nuestra actividad febril para estar con Él, para escucharle? Nos educan para ganar dinero, para gozar de la vida, pero «¿quién nos educa para escuchar tu Palabra?, ¿quién nos enseña a ponernos a tus pies?, ¿quién nos ayuda a comprender tu don, el don de la fe?» (Pedro Fraile). Sólo hay un camino: acoger a Jesús cordialmente, escucharle… practica ya este modo de orar, de estar con Él.
Jaime Aceña Cuadrado cmf
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