«Insensato… lo que has acumulado ¿de quién será?»

«Insensato… lo que has acumulado ¿de quién será?»

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Que podamos decir: «No tengo oro ni plata, pero traigo a Jesucristo».


Todos anhelamos ser felices. Es aspiración humana normal. Entonces ¿por qué no conseguimos ser felices? Es frecuente confundir la felicidad con acumular cosas. Muchos han buscado y buscan su felicidad en la seguridad que proporcionan el dinero o una cuenta bancaria cuantiosa. Pero constatamos que el dinero no da la felicidad.

La Palabra de Dios muestra otra sabiduría para alcanzarla. La persona sabia es consciente de que ser feliz no depende del acumular sino del convivir con los demás y con Dios. En el evangelio de hoy, ponen a Jesús en medio de una discusión por una herencia. Jesús responde mostrando dónde está la verdadera riqueza del corazón humano:»Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

¿Almacenar o vivir como personas? Esta es la cuestión. Desde siempre hay actitudes humanas que nos impiden lograr la madurez: la soberbia nos lleva a creernos superiores a los demás y nos lleva a la exclusión y a la ruptura entre las personas. Otra actitud nociva es la avaricia que nos hace creer que la riqueza acumulada nos asegura larga y dichosa vida. Contra estas actitudes que deshumanizan hay dos antídotos: aprender a compartir y a contentarse con lo necesario.

Es el estilo de vida de Jesús. San Pablo invita a vivir en Cristo, a buscar los bienes de arriba porque hemos resucitado con Cristo. Nos invita a dar muerte a todo lo terreno, al hombre viejo, soberbio y avaro, para revestirnos del nuevo. El papa Francisco se lo ha propuesto a los jóvenes en la JMJ de Río: «Haced lo que Él os diga»; «la verdadera riqueza está en el corazón»; que podamos decir: «No tengo oro ni plata, pero traigo a Jesucristo».

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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