Bendito el que viene en nombre del Señor
Jesús da ejemplo del amor más extremo y nos invita a seguirle…
Persisten la novedad y sencillez del inicio del pontificado del papa Francisco. ¿Hay
semejanzas entre la entrada de Jesús en Jerusalén y estos primeros días de pontificado?
Jesus a lomos de un asnillo; el papa Francisco en un Land Rover que no le aleja de
la gente: besa a los niños, bendice a todos, abraza a un enfermo en camilla… Las
contradicciones del corazón humano afloran en Jerusalén; en el domingo de Ramos el pueblo aclama a Jesús como rey y mesías; el viernes santo el mismo pueblo lo acusa de blasfemo y pide su muerte. Este año, el relato de la Pasión es de San Lucas. Presenta a Jesús como modelo de lo que ha enseñado en su vida pública: Maestro de oración («Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya»); Maestro de perdón («Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»); Maestro de amor (el amor de Jesús convierte al traidor Pedro en pastor de sus hermanos); Maestro de fe («Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu»).
Y ¿el papa Francisco? Ora con el pueblo («Pedid por mí, pedid a Dios que me bendiga. Recemos para que haya una gran fraternidad») inclinándose ante Dios; invita a pedir perdón («El Señor no se cansa nunca de perdonar ¡Nunca! Somos nosotros los que nos cansamos de querer ser perdonados»); ensalza el amor ante todo («Solo el que sirve con amor sabe custodiar»); y proclama la fe como fundamento de la Iglesia («Tengamos la valentía de caminar en presencia del Señor y de confesar la única gloria: Cristo crucificado»).
San Pablo nos da las claves de la fe en Jesús: Se abajó, murió, y fue exaltado, «de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble.» Jesús da ejemplo del amor más extremo y nos invita a seguirle, a amar a nuestra vez hasta el extremo, a «decir al abatido una palabra de aliento.» Es el reto de la conversión, del seguimiento fiel al Maestro, al que estamos llamados de nuevo, cada día, todos los cristianos.
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